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martes, 5 de noviembre de 2013

Elecciones Legislativas 2013- NACIONALES.

El contrafrente de la Victoria


No es nada llamativo que oposición rime con negación. 
Hoy, el simple hecho de no pertenecer se traslada al no ser. Todo lo que esté “a favor” del Kirchnerismo es mentira, y todo lo que está en contra, la pura verdad. ¿Acaso el exitoso TN, Lanata, Clarín…no lo demuestran al decir absolutamente cualquier cosa, y que al otro día, en medios, redes sociales y en la misma calle, se esté afirmando semejante verdad?


Las elecciones 2013, son un ejemplo más.
Una de estas personas que no demuestran odio; que no va a las marchas antiK con carteles deseando la muerte; que ayudan a divulgar que Moreno dijo que se come con 6 pesos (Y ojo, que no es uno de los funcionarios de mi santa devoción, pero juzguemos la realidad, no las interpretaciones que Clarín mete a cada uno de sus títeres)….una de esas personas a la que le gustaría que todos los “KKs” desaparecieran, que no estuvieran "ni muertos ni vivos".....


.....expresó en su facebook el pasado 27 de octubre (día de las Elecciones Legislativas): “Hoy la mayoría votamos bien”
Cuando vi ese comentario me detuve ¿Acaso esta persona que en cualquier momento se tatúa la cara de CFK llena de dardos, habría cambiado de opinión tan tajantemente? ¿Acaso habría podido informarse, investigar, centrarse, y poder ver el progreso que tuvo el país los últimos 10 años? No, no cantemos Victoria

Esta persona es opositora y negadora. Su mayoría corresponde a esa misma por la cual se entiende porque Macri está donde está. 

Vamos a datos concretos, y dejemos esta “mayoría” para lo último:
A nivel Nacional, porque no nos olvidemos que lo que entra en juego en las Elecciones Legislativas Nacionales corresponde a Todo el país y no sólo a una provincia, es el siguiente: 



CAMARA DE DIPUTADOS: 
- FPV + aliados: casi 33 % (aprox. 7½ millones de votos) 
-“Peronistas” opositores: casi 24 % (aprox . 6 ½ millones de votos) 
- UCR, Socialistas y aliados: casi 24 % (aprox 6 ½ millones de votos) 
- PRO y aliados: casi 8 % (casi 2 millones de votos)
 - Izquierda: casi 6% (1 ½ millón de votos) 
- Otros casi 3 % 

SENADORES:
- FPV y aliados: casi 40%
- UCR, Socialistas y aliados: 23 %
- PRO Y ALIADOS: casi 18 %
- Otros casi 8% 
- Izquierda casi 7 % 
- Peronistas opositores casi 4 % 

Vamos a lo que entendemos que esta persona se refiere a que la mayoría voto bien (y ojo que estoy de acuerdo totalmente con esta premisa…salvo que nuestra mayoría difiere por completo)

C.A.B.A :Pro casi 38 % ,UNEN casi 30 % , FPV casi 22% 
Creo que acá está a lo que esta persona se refiere y postea victoriosa y negadoramente. 
Más allá de los porcentajes, si llevamos eso a la práctica y vemos los resultados REALES que quedará en el Parlamento, en ambas Cámaras, la MAYORÍA la tendrán "los K" (132 bancas en diputados y 39 en el Senado)

Mi pregunta es: ¿Cuál es el festejo opositor y negador? Pude que lo que estén festejando, es que la mayoría, una vez más, pudo elegir.


miércoles, 27 de junio de 2012

Apuntes para un hipotético Manual de Gorilismo

Por Mempo Giardinelli 

(Contratapa Página 12- 27 de junio)

 Dicho sea con perdón de los gorilas africanos, que son simpáticos, encantadores a veces, y no merecen que así se designe despectivamente a otras especies, es sabido que en la política argentina decirle “gorila” a alguien implica el señalamiento de cualidades que se suponen negativas. El así designado suele ser persona de clase media o alta, ultraconservadora, retardataria y temerosa de todo posible cambio, que aprueba los autoritarismos cuando le conviene y, sobre todo, visceralmente antiperonista.

No importa si su origen ideológico son las dizque derechas o izquierdas, o el siempre improbable centro. Lo que interesa, para esta modesta reflexión, es que el gorilismo describe una actitud argentina perfectamente identificable, que reaparece de manera circunstancial y que, en los últimos tiempos, aflora mediante alianzas inesperadas, asombrosas y que podrían ser divertidas si no fuera que son también peligrosas.

Identificar el gorilismo es fácil, ya que sus manifestaciones son el desprecio racista, el resentimiento de clase, un irreductible comportamiento necio, una decidida e indisimulable intolerancia y una ignorancia pertinaz (salvo en sus núcleos intelectuales, minoritarios, donde hay notables gorilas letrados).

El gorilismo hace que algunas personas tanto aplaudan a quien los manipula, utiliza y arruina, como insultan a los que tienen al menos la voluntad y el deseo de generalizar una vida mejor para la especie. Por ejemplo, el gorilismo dice compartir la idea de que la educación es el camino idóneo para el mejoramiento de los pueblos, pero consiente el cierre de escuelas y el maltrato a la docencia, y ni se diga de sus programas educativos, generalmente retrógrados

Desde luego les encanta la austeridad, pero de los otros. El gorilismo sabe y reconoce y admira que en los países del Primer Mundo se paguen impuestos, pero no quieren pagarlos aquí, y se autoconvencen con la fácil excusa de que “lo que pasa es que acá se roban la plata para hacer caja”.

Al gorilismo lo constituyen miles de personas de bien, quede claro. Suelen ser buenas personas, simpáticas, amistosas, que gustan del asado y el buen vino como cualquiera, pero tienen la curiosa peculiaridad de que cuando mejor les va en materia de trabajo y bienestar, es cuando más se quejan. Y por rarísima e inexplicable razón, no soportan que los que están más abajo en la escala social quieran ascender socialmente mediante trabajo y esfuerzo, de igual modo que la inclusión social les parece apenas demagogia.

Otra extrañísima actitud de muchos gorilas es que combaten alegremente las medidas de gobierno que los benefician, a la vez que sienten una inexplicable nostalgia inconfesada por todos los que le arruinaron presentes anteriores, por caso el señor Domingo Cavallo.

Desde luego se exacerban cuando escuchan o pronuncian palabras que los irritan. Por ejemplo “Perón”, “Evita”, “Kirchner” o “Cristina” son vocablos que instantáneamente les enturbian el cerebro y los llenan de un odio incontrolable hacia “negros”, “bolitas”, “extranjeros”, cartoneros y pobres de cualquier condición (aunque los gorilas de izquierda retóricamente siempre creen estar del lado de los pobres).

Los gorilas de cepa son muy gritones, porque no escuchan, y metafóricamente les crecen pelos, cejas y barbas a la par que una insólita dureza verbal los conduce a una especie de rara furia asesina. Basta leer los comentarios de los lectores de La Nación, Clarín o Perfil, plagados de estos especímenes gorilísticos, donde se alcanzan niveles tan grotescos que espantarían incluso a Don Bartolomé Mitre y a Roberto Noble, y encima con errores ortográficos que horrorizarían a mis maestras de la Escuela Benjamín Zorrilla.

El gorilismo se completa, desde luego, con el oportunismo de políticos y periodistas que en su afán de capitalizarlos creen que hay que entender a los gorilas y entonces les señalan caminos inútiles, los irritan con mentiras sin disimulo y les tocan lo que rima con tal de utilizar su capacidad simia de chillar y armar escándalo, por ejemplo cacerola en mano.

Claro que lo más asombroso, como vemos estos días, es la coincidencia entre el gorilismo tradicional (de origen paquete y derechoso, nostálgico de los supuestos buenos, viejos tiempos de milicos y genocidas) con el gorilismo de izquierda, todo servicio y extravío, y cuya única coherencia histórica es haber pishado siempre fuera del tarro.

Convocados ahora por el señor Hugo Moyano, morocho ex proletario al que hasta hace poco detestaban, se ocuparán entre todos de que Buenos Aires (y no todo el país, que los mirará una vez más con azoro y alarma) sea un caos total.

Es de esperar que el Gobierno no meta la pata y entonces, maravilla de la democracia, veremos caceroleros de Barrio Norte bajo banderas rojas, y a los señores Moyano, Macri, Patricia Bullrich y Cecilia Pando en alegre montón. Con ellos se manifestará el gorilismo porteño, que luego regresará a sus casas a ver cómo los multimedios les cuentan y muestran lo que quieren ver y escuchar.

Sólo cabe rogar que, esta vez, los gorilas vernáculos se parezcan a sus simpáticos primos del tren que inventó Osvaldo Soriano en memorable novela, y no generen violencia. Ese es el único miedo que el gorilismo provoca, y lo único que las tolerantes mayorías argentinas no quieren, desprecian y rechazan.