jueves, 27 de mayo de 2010


Entrevista a Interna del Moyano


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LOCO BANDONEÓN


Proveniente de una familia de clase socioeconómica alta, bohemia y rebelde, Blanca, de 73 años, está desde hace 25 años internada en el Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano por una crisis psicótica. Su relato refleja a una mujer inquieta y activa pero, según las referencias del medico, pasa sus días recostada en su cama, rodeada de gatos y viviendo de recuerdos.

-¿Cómo fue que llegó al Hospital?
-Vine de Brasil porque me caí y me lastimé la pierna, me quedó un agujero que no se cerraba nunca, me rayé. El dueño de la posada donde trabajaba me mandó a la clínica, pero el agujero no se cerraba, así que agarré mis dos bolsas, mi bandoneón y viajé a Buenos Aires y me vine yo solita para el Moyano.

-¿Por qué vino al Moyano y no fue a un hospital general?
-Yo ya había estado en el Moyano antes de irme a Brasil, estuve dos meses. Unos parientes me habían dado un departamento para que yo viviera pero no tenía plata, y encima tomaba mucho alcohol con pastillas, y me fui a vivir a lo de mi hermana, pero ella tenía a su marido que era alcohólico y no podía tenerme, entonces averiguamos en el Ameghino (hospital) y me dijeron que había un lugar no muy agradable pero gratis donde podía ir.

-¿Cuántos hermanos tiene?
-Tengo dos hermanas más grandes que no me vienen a visitar porque les da asco. Yo vengo de una familia de mucha plata y cuando llegué acá mi familia pagó para que pueda tener un cuarto sola.
De chica vivía con mi papá y mamá, pero cuando papi murió yo tenia 11 años y mi abuela vino a vivir con nosotras. Después, cuando yo ya tenia 34 murió mi mami y yo me quedé viviendo con mi abuela.

-¿Estuvo en pareja alguna vez?
Tuve un festejante pero no llegó a nada porque él tenía mal carácter y yo sentía que necesitaba mi libertad. Además, no me hubiera gustado tener hijos; a mí me gustan los gatos, no los hijos; yo tengo mucho gatos acá, pero me hacen la guerra; a algunas compañeras no le gustan los gatos, pero yo duermo con mis dos gatos.

-¿Por qué se había ido a vivir a Brasil?
-Yo acá no tenía plata; puse avisos hasta para cuidar enfermos, aunque eso no me gustaba para nada. Estaba viviendo en un conventillo y no podía tocar el bandoneón porque a las mujeres no les gustaba.
Cuando llegué a Brasil trabajé en un restaurante francés, tocando el piano; la gente me quería mucho de ahí, querían que yo viviera para siempre con ellos, me trataban muy bien.

-¿Cómo fue el día que entró al hospital?
-Cuando llegué la doctora no podía creer que llegara de Brasil. Me puse a llorar muy fuerte porque quería quedarme en la guardia, y lloré tanto que me dejaron. Toqué el bandoneón toda la noche, y las mujeres que estaban ahí lloraban y la doctora cantaba tango; me quería quedar para siempre viviendo en la guardia pero después me pasaron a una sala común y fue horrible.

-¿Por qué sigue viviendo en el hospital?
-Yo, si quiero, puedo salir a visitar a mis hermanas, pero no quiero, me gusta estar acá. No me puedo ir de acá porque afuera no hay otro lugar, y tampoco quiero irme. Y además cuando llegué acá el agujero de mi pierna estaba casi cerrado y tengo miedo que, si me voy, se abra. Y además porque los dos meses que estuve acá me divertí tanto!

-¿Cómo es su vida en este lugar ?
La paso bien y mal. Un día me levanté a las cuatro de la mañana y empecé a gritar que no quería más la pastilla y la leche, porque acá es así: pastilla, leche, pastilla, leche. Y otra compañera empezó a gritar conmigo.

-¿Qué hace durante el día?
Yo aprendí dibujo de memoria y a pintar, pero lo que no me gusta de acá es que no tengo mesa para poder pintar, pero la doctora me prometió que me iba a regalar una. Y me gusta conversar de Wilde y de la historia de Rusia, pero mis compañeras no saben hablar de nada. A la noche me levanto y me voy al baño a leer Oscar Wilde.


La entrevista termina cuando una enfermera llama a Blanca para realizar una actividad, ella se despide agradeciendo porque hace mucho que no “hablaba con gente normal”.

C.C.

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