lunes, 30 de junio de 2008


*La Bomba de Tiempo*



SANTIAGO VÁZQUEZ: UNA BOMBA CULTURAL









Es director de “La Bomba de Tiempo” e integra el grupo musical “Puente Celeste”. Es considerado uno de los primeros que incursionó en la música instrumental combinada con ritmos de otras culturas. Un ícono de la percusión.



¿Qué te convocó a dedicarte a la música?
Desde muy chico disfrute de cantar y de percutir con palitos todo lo que anduviera cerca. Después fui estudiando y de a poco metiéndome cada vez mas profundo en la música (en principio desde la batería) hasta que a los pocos años tuve la certeza de que quería dedicar a eso mi vida.



¿Dónde comenzaste tus estudios?
Empecé a estudiar batería y solfeo a los 10 años en España, donde mi familia se encontraba exiliada. En el 85 mi padre volvió a Argentina. Poco después yo me volví a instalar en Argentina, y un tiempo después volvió también mi madre. En Buenos Aires encontré y encuentro hoy en día, un clima de efervescencia artística y musical que me inspira a crear e intentar cosas nuevas.



¿Tu familia te apoyó en la elección?
Me apoyaron mucho. Especialmente mi madre, al principio. Y más adelante los dos.
En el momento en que decidí que sería músico y no estudiaría ninguna otra carrera, hubo un poco de resistencia al principio por parte de mi padre, que no entendía muy bien como se podía vivir como músico (y tenía razón en no entenderlo!). Pero yo tenía la certeza de que si me dedicaba a tiempo completo a la música podría vivir de eso, mientras que si estudiaba otra carrera “por si acaso” no llegaría a alcanzar en la música el nivel suficiente para hacer de ello una profesión. Así que lo puse en esos términos, y finalmente él lo aceptó.
Hay que entender que para cualquier padre o madre, tener un hijo baterista en casa, estudiando entre 3 y 8 horas por día todos los días ya es un acto de apoyo gigante.



¿Cómo se te ocurrió la idea del Club del Disco?
Cuando terminé en forma independiente mi primer disco, de pronto tenía al lado de mi cama una pila enorme de discos, y no sabía que hacer con ellos: dónde venderlos, y a quién. En esa época otros amigos músicos estaban en la misma situación (Fernando Kabusacki, Sami Abadi y Axel Krieger entre otros), así que decidimos armar una cooperativa de distribución (CDI Cooperativa de Distribución Independiente) para llegar con nuestros discos a las disquerías, que en ese entonces no querían comercializar discos independientes, salvo que estuvieran agrupados en algún catálogo mayor. Dentro de ese proyecto, se me ocurrió emular el mecanismo de club de envío a domicilio por suscripción, que existía anteriormente con otros productos (vino, libros, videos) pero distribuyendo música independiente, de autor, difícil de encontrar en las disquerías, y con información que ayude al público a entrar en contacto con esos autores y su música. El proyecto del Club del Disco estuvo madurando en mi mente durante varios años, hasta que finalmente di con las personas adecuadas para llevarlo a la práctica (Rodrigo Sáenz y Sami Abadi) y eso coincidió con un momento de auge de la música de producción independiente, de forma que decidimos emprender esa aventura.



¿Cuáles fueron tus primeros proyectos musicales?
Los primeros proyectos que puedo considerar propios son: “La Cangura”, con Alejandro Franov. Era un dúo de improvisación total. Música, movimientos, actuación, danzas o textos... podía pasar cualquier cosa... y pasaba.
Después de algunos experimentos de grupos con mis temas, armé Puente Celeste, que fue el primer proyecto propio con el que grabé un disco, y que continúa hasta hoy, aunque ha ido cambiando mucho desde sus comienzos.



¿Qué diferencias encontrás entre los distintos grupos que dirigís?
Los diferentes grupos en los que participo o dirijo son todos muy distintos, y eso es lo que me interesa de ellos. Entre todo voy balanceando mi experiencia musical, tratando de cubrir mis necesidades en todos los aspectos: energéticos, emocionales, mentales, espirituales.



¿Cómo surgió la idea de combinar la música propia con la proveniente de otras culturas?
Nunca intenté mezclar nada. Sí me interesa nutrirme de distintos lenguajes, y dejar que afloren en los momentos necesarios cosas que tal vez abrevan en uno o en otro.
Sucede que desde chico cantaba melodías que grababa. Luego al escucharlas o memorizarlas, muchas veces tenía la sensación de que no eran valiosas, porque no se parecían a la música que yo escuchaba en ese momento (no se escuchaban en la radio músicas que no fueran pop, rock, jazz, tango, cumbia o salsa, música brasilera, folklore o clásica).
Hasta que un día escuché música egipcia, y noté que algunas de mis melodías se parecían en algo a esa música. Así fui buscando otras músicas del mundo, como una forma de darme el permiso de valorar las melodías que yo componía dese chico.

¿Cuál fue el proceso de creación de un nuevo sistema de señas en la dirección?
Yo venía de armar un lenguaje de señas para otro grupo que dirigí años atrás (el Colectivo Eterofónico de Improvisación) que era de carácter tímbrico, melódico y armónico. La idea de formar ese grupo fue inspirada por el compositor y conductor estadounidense Butch Morris, quien toco en argentina con un grupo de improvisación dirigido por señas.
Después de mi experiencia con el Colectivo Eterofónico sentí la necesidad de trabajar más con el ritmo, y específicamente con el groove y el baile. Armé una seña para cada concepto rítmico que me interesaba utilizar, y de a poco fui armando la imagen mental del grupo que quería armar.
Finalmente llamé a los músicos y les fui pasando las señas, hasta que todos estuvimos cómodos con el lenguaje.



¿Las puestas son ensayadas y/o hay improvisaciones?
Lo que hacemos con la Bomba es todo improvisación, salvo dos o tres obligados, que usamos muy ocasionalmente para generar contraste.



¿Con qué criterio seleccionas a los músicos de tu grupo?
Convoqué a los mejores percusionistas que pude imaginar en las cercanías. No solo debían ser grandes percusionistas y músicos, sino que también deben tener la capacidad de racionalizar lo que tocan, ya que la señas que usamos requieren de ciertas capacidades analíticas que no son usuales en la enseñanza de la percusión. Deben poder trocar cosas complejas y que suenen como si fueran muy simples.



¿Qué representa para vos el éxito que esta teniendo La Bomba?
Por supuesto, es una alegría enorme.
Muchas veces me dijeron que la experimentación, la improvisación o la complejidad, estaban reñidos con la masividad. La Bomba de Tiempo es para mí una confirmación de que esto no es necesariamente así.


¿Cómo surgió el nombre?
Ese nombre surgió en mi mente antes de convocar a los músicos, mientras estaba desarrollando las señas. Luego, con el grupo ya conformado, entre todos sugerimos varios nombres, y los sometimos a votación, y este quedó. Para mí habla de lo que hace el grupo: expandir el aspecto rítmico –el tiempo-.

¿Por qué no hay mujeres en tus grupos?
En la Bomba hay una mujer, aunque hace unos meses tuvo un bebé, y por eso no está pudiendo tocar actualmente.
Fuera de eso, resulta que es cierto que, por ahora, hay mas hombres que mujeres dedicándose a la música.



¿Qué lugar dirías que ocupas dentro del actual momento musical?
No tengo idea. No soy muy conocedor del panorama general de la música en nuestro país. Solo trato de llevar mis ideas adelante lo mejor posible, como todo el mundo.


¿Cómo te resultó tu experiencia como solista en “MBIRA y PAMPA”?
Hasta ahora tengo 2 discos como solista, “Raamon” y “Mbira y Pampa”, aunque el primer disco con Puente Celeste -“Santiago Vázquez & Puente Celeste”- es casi un trabajo solista junto a un grupo (los temas y arreglos son míos en ese disco)
En este momento estoy haciendo shows solo, tocando varios instrumentos y ayudándome de electrónica para poder montar varias capas de instrumentos, como lo haría en un estudio de grabación, pero todo en tiempo real, en el escenario. Este Show se llama “Monoambiente” y es un proyecto que me entusiasma mucho.




Bohemio, ideólogo de un nuevo estilo de música popular, y perseverante, Santiago Vázquez es una bomba cultural que alberga alegría y despierta la identificación entre los jóvenes.

C.C.


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