jueves, 28 de mayo de 2009


(2) Miguel Etchecolatz


MIGUEL ETCHECOLATZ: UN SINIESTRO NEGADOR

“Ganamos con las armas pero políticamente vamos perdiendo”
fue lo que gritó el represor Miguel Etchecolatz al ser
condenado a prisión perpetua el 19 de septiembre de 2006 por
delitos de lesa humanidad cometidos en la última dictadura
militar. Este asesino es un ex policía que fue la mano
derecha del entonces jefe de la policía bonaerense, Ramón
Camps: juntos tuvieron a su cargo los 21 centros clandestinos
de detención que funcionaron en la provincia.

Su cinismo y desfachatez están presentes en el rostro de
Etchecolaz y salen a la luz con cada una de sus palabras,
como cuando fue al programa de Grondona que negó todo lo
sucedido de una manera siniestra, y frente a uno de sus
torturados, Mario Bravo.

Pero la mentira y el palabrerío no fueron suficientes: ya
retomada la democracia fue condenado a 23 años de prisión
acusado de haber ejecutado 97 tormentos; pero la
Corte Suprema anuló la sentencia por la aplicación de las
Leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Aunque en ese momento el ex policía zafó de ser juzgado, en
2004 fue condenado a siete años de prisión por haber cometido
el delito de supresión de identidad (robo de bebes), ya que
el mismo no estaba contemplado por esas leyes. Aunque la
sentencia se aplicó y pasó un tiempo en la cárcel de Devoto,
se le dio el beneficio de arresto domiciliario por su
estado de salud.

Pero Etchecolaz, no pudo evitar por mucho tiempo más el ser
encarcelado: en junio de 2006 se le revocó el privilegio al
constatarse que en su casa poseía un arma de fuego, y junto
con la anulación de las leyes que impedían el enjuiciamiento
a los represores, fue condenado a reclusión perpetua y
enviado a la cárcel de Marcos Paz.

Uno de los testigos principales del juicio de Etchecolatz fue
Julio López, que desapareció, por segunda vez en su vida,
luego de dar testimonio contra el ex policía.

El genocida Etchecolatz fue el primero de los represores en
ser condenados tras la anulación de las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final. Su responsabilidad en privaciones
ilegales de la libertad, torturas, homicidios y supresión de
identidad no dejan duda de quién es este señor, que ni
siquiera merece ser llamado así.

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