ALFREDO BRAVO: UN MAESTRO DE LA VIDA
"Yo soy maestro, democrático socialista desde los 17 años y muy higiénico, pero hay una cosa que nunca cambio: la camiseta" era la frase que utilizaba siempre Alfredo Bravo para describir su lealtad y fanatismo por el equipo River Plate. Pero no era sólo el fútbol, y los colores a lo que él se comprometía: Bravo fue fiel a sus convicciones desde el principio al fin de su vida.
Nació en Entre Ríos el 30 de abril de 1925 y ya a los 18 años se recibió de maestro y daba clases en una escuela rural de Santa Fé. Su traslado a Buenos Aires fue la puerta de entrada a la militancia grmial, a lo que se dedicaría casi por completo en su vida: su propósito, que era el de unificar los organismos que agruppaban a los maestros, lo logró en 1973 cuando se crea la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), de la cual fue Secretario General.
El Socialismo era su partido, pero su simpatía y militancia no le borraron sus valores y fue en 1957 cuando se aparta de este porque no estaba de acuerdo que sus compañeros integraran la "Junta Consultiva" creada por los militares que derrocaron a Perón en 1955.
Su militancia y constante lucha por la igualdad y los derechos humanos le costó el secuestro y la tortura: el 8 de septiembre de 1977 fue secuestrado por una patota de la policía bonaerense que comandaba el entonces coronel Ramón Camps.
Estuvo 13 días como detenido-desaparecido, y aunque después "blanquean" su detención, recién es liberado en 1979. Fue torturado de tal manera que le quedaron secuelas vasculares en sus piernas.
Apenas liberado, siguió militando en defensa de los derechos humanos y fue designado Subsecretario de Estado del área de Educación durante el gobierno de Raúl Alfonsín en 1983. Pero Bravo, fiel a sus valores, renuncia al cargo cuando se sanciona la ley de Obediencia Debida.
Su función política no termina allí: fue diputado nacional, senador nacional y candidato a presidente.
A los 78 años Alfredo Bravo falleció de un ataque cardíaco: el 26 de mayo de 2003. Fue despedido y homenajeado en un salón del Congreso. Fue uno de los pocos políticos argentinos que nunca estuvo involucrado en casos de corrupción.
Alfredo Bravo fue un hombre que tenía profundas convicciones y que siguió su objetivo de principio a fin sin importar las consecuencias: la lucha por la justicia social, la igualdad y los derechos humanos. Un maestro no sólo adentro del aula...un maestro de la vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario